Nueva alternativa política para una nueva Constitución

Las movilizaciones sociales sociales han permitido que volvamos a discutir el estado de nuestra democracia en general. Uno de estos temas, quizás el más ambicioso, es el de una nueva Constitución. No obstante, limitar la discusión constitucional al procedimiento lamentablemente ha empobrecido la discusión. En vez de debatir sobre democracia, mercado o derechos sociales, abordamos con lupa los quórum, cabildos ciudadanos y la educación cívica. Este camino limita la discusión a las organizaciones políticas, politólogos y juristas, alejando aún más a la sociedad. Se asfixia el debate y se socava la posibilidad de una nueva Constitución, pues sin sociedad no existe un nuevo orden constitucional democrático.

Debiésemos discutir sobre el orden constitucional actual, es decir, el sistema jurídico e institucional que compone la forma del Estado y a través del cual se realiza una visión de sociedad, no meramente la letra de un texto. Lejos de ser una abstracción, una Constitución es la realización concreta y la aspiración a futuro de un orden. En Chile, ese orden constitucional es autoritario en lo político, conservador en lo cultural y extremadamente mercantilizado en lo económico y social.

Una nueva Constitución debiera significar terminar con esta transición que parece infinita, lo cual implica cambiar también el orden político que la ha sostenido. Las injusticias derivadas de la actual forma de Estado no son responsabilidad exclusiva de la dictadura, pues los gobiernos siguientes han profundizado sus lógicas. Las luchas por derechos sociales, en especial las que han protagonizado los estudiantes, son en ese sentido también constituyentes.

Entonces, cuando se limita la discusión al procedimiento se realiza una primera devaluación de la cuestión constitucional. Pero cuando además el Gobierno evade tomar posición -salvo al parecer en el CEP-, incluso ante el procedimiento, se realiza una segunda devaluación. No sólo debatiremos exclusivamente el cómo, además lo haremos sin una toma de posición de La Moneda.

Con lo que se conoce, la propuesta del Gobierno es disminuir el quórum de aprobación del procedimiento de 2/3 de los parlamentarios a 3/5, dejando al próximo Parlamento un mandato no vinculante. Esta intrincada propuesta ha sido recibida con escepticismo por los partidos, lo que contrasta con la evidente incapacidad política del Gobierno. Se refleja así la poca convicción de éste en su propia propuesta, una alerta para quienes bregamos por un proceso constituyente democrático.

La Nueva Mayoría no logró ser alternativa política para una transformación constitucional. Al igual que con la educación, su ambigüedad termina minando las posibilidades mismas de una nueva Carta Magna. La alternativa para constitucionalizar la superación del Estado subsidiario y transitar hacia uno social y democrático sólo será posible articularla con independencia de La Moneda. Seguir colaborando en aquellas reformas que edifiquen derechos sociales y al mismo tiempo construir una alternativa política capaz de lograr el objetivo principal: un nuevo orden constitucional.

Columna escrita en conjunto con Andrés Fielbaum para el diario La Tercera, publicada el 26 de octubre de 2015.

La inmortalidad de Pinochet

Calígula. – A la muerte, hombre. Has dado tu vida por la mía. Ya me siento mejor. Ni siquiera tengo ese horrible gusto a sangre en la boca. Me has curado. ¿Estás contento, Casio, de poder dar tu vida por otro, cuando ese otro se llama Calígula? Ya estoy de nuevo dispuesto a todas las fiestas.

Calígula.

Hoy es el aniversario de la muerte de Pinochet.

Kundera en un libro se pregunta qué habrán pensado los inmortales los años antes de morir. Qué habrá pensado Goethe la década antes de morir longevo, cuando ya toda Europa estaba a su pies. Qué habrá sentido Hemingway al tener la certeza que sus 3 esposas e hija vivirían el resto de sus vidas contando el horrible ser humano que era cuando vivió. De Goethe sabemos que se relajó y disfrutó su inmortalidad. De Hemingway, que se suicidó.

De Pinochet sabemos que literalmente se hizo el loco. Algunos creyeron que la indignidad de hacerse pasar por loco era suficiente para acabar con su sombra. Estaban equivocados. No importa cuánto se escriba sobre lo ignorante y troglodita que era, su infame traición y mero oportunismo que lo puso en el poder, la conciencia dolosa que tuvo del exterminio y la tortura como política de Estado. Pinochet es, hasta ahora, inmortal. Nuestras vidas están marcadas por su presencia. Por eso se hizo el loco, porque ya no importaba, porque nadie recuerda que Goethe se relajó al final de su vida ni de lo que toda persona que tuvo contacto con Hemingway escribió.

Haberlo juzgado tal vez habría tenido un efecto contra su inmortalidad. Todo aquel que ha tenido alguna experiencia con el sistema judicial conoce la infinita capacidad de banalización que este tiene. La relación amorosa más importante de su vida se está destruyendo? Que pase el contador; Necesita recuperar su casa para poder vivir? Sabe, en febrero no trabajamos, vuelva en marzo. Habría sido bonito escuchar al juez decirle a Pinochet “identifíquese el imputado, nombre completo, rut y domicilio”, “hable más fuerte por favor, para el registro”, “nos tomaremos unos minutos para que el imputado pueda ir al baño”. Pero eso es sólo soñar.

Ojalá la historia juzgue a los culpables de no haberlo juzgado.

Mi abuelo y la dignidad humana

Debo admitir que me costó varios días no sólo encontrar las palabras sino el sentido de la intervención que generosamente me encargaron en esta fecha tan importante para quienes estamos acá y por supuesto para mi. Como de costumbre cuando tengo esta dificultad, recuerdo el consejo de un pragmático amigo de la facultad que me dijo “no busques ser original, siempre alguien ya habrá dicho lo mismo que tu y mejor… seguramente un chino” agregó. Pero como mis conocimientos de la cultura oriental son paupérrimos, busqué entre mis escritores favoritos. Hurgando, encontré este texto de mi ídolo personal, Albert Camus, quien en una de sus novelas escribe algo que quiero compartirles:

Y es usted capaz de morir por una idea, esto está claro. Bueno: estoy harto de la gente que muere por una idea. Yo no creo en el heroísmo: sé que eso es muy fácil, y he llegado a convencerme de que en el fondo es criminal. Lo que me interesa es que uno viva y muera por lo que ama.

Rieux había escuchado a Rambert con atención. Sin dejar de mirarle, le dijo con dulzura:

-El hombre no es una idea, Rambert.

Quise leerles este pasaje porque creo que refleja lo que más admiro de mi abuelo. El siglo XX, del cual mi abuelo fue testigo y protagonista, es probablemente el siglo en el que se estuvo dispuesto a morir por ideas, más lamentable aún, también se estuvo dispuesto a matar por ellas. Ese ideal tan noble, las ideas, mostraron una cruenta cara que ocultaba lo que había detrás de ellas: hombres y mujeres. Mi abuelo arriesgó su vida en varias ocasiones ¿Fue acaso por una idea? Me atrevería a decir que no. Si el mundo entero estaba dividido ¿Cómo se puede explicar que un hombre pueda ser activamente opositor a un gobierno y luego condenar enérgicamente su derrocamiento? ¿Cómo puede un hombre arriesgar su vida durante una dictadura militar para asilar a hombres y mujeres militantes de partidos políticos que lo habían insultado y vejado en el pasado? ¿Cómo se defiende ya en democracia a presos que habían participado en atentados violentos que él tanto condenaba? ¿Se puede ser un hombre coherente después de todo aquello? Sí. Mi abuelo lo demostró. Se puede cuando se tiene a la vista no las ideas que dividen a los hombres, sino la dignidad que todos ellos comparten.

Me podrá decir alguno de uds que la dignidad humana es también una idea. Permítanme discrepar. Lo hermoso de las ideas es que admiten ser negadas y en esta relación, que llamamos diálogo o debate, aprendemos a entendernos y vivir juntos. La dignidad humana no puede ser una idea porque no podemos admitir que sea negada. Ese es, creo yo, el testimonio de mi abuelo. Cuando hemos sostenido largas conversaciones, en más de una ocasión ud me ha dicho, con una mezcla de honestidad pero a la vez orgullo, algo así como “yo nunca fui un hombre de teorías” o “yo no me metí en aquellos grandes debates filosóficos de mi tiempo”. En aquel tono de orgullo, quizás involuntario, se aloja también esta convicción: no importan los principios filosóficos a los que se adhiera, el compromiso con la dignidad humana es más sencilla y a la vez más grande. Para contar otra anécdota, me quedó grabado para siempre alguna vez en que yo, entusiasta estudiante de derecho, quise provocar una conversación sobre Derechos Humanos, tema en el que sabía, como es de público conocimiento, que mi abuelo era algo así como un experto. Pero ud me contestó, sin recordar sus exactas palabras, “yo no aprendí lo que eran los Derechos Humanos en la Facultad, lo aprendí cuando hice el servicio militar”. Esa suerte de pachotada, como quien dice “a mi esto me lo enseño la vida, no los libros”, me recuerda la misma idea: luchar por los valores más altos de la humanidad es algo que está al alcance del más sencillo de sus habitantes.

Pero si me alejo ya de los relatos históricos y les cuento lo que a mi me ha tocado observar, les puedo decir que hasta en la más privada de las instancias mi abuelo demuestra el mismo compromiso. Ya sea con las responsabilidades públicas o en la intimidad de la familia, siempre habrá un desventajado que valorará sino arriesgar la vida, sí el cariño con el que vemos a mi abuelo comprometerse. Todos nosotros, y me refiero en particular a mi primos hermanos, hemos sido testigos del trato cariñoso y atento, con que ud trata a mi primo Raimundo, a quien la naturaleza le puso enfrente dificultades que al resto de nosotros no. Y ese cariño saca a flote también lo mejor de lo nuestro. Como el caso del propio Raimundo que memorizó cuanto bache y desnivel existe entre el departamento en el bosque y el café en amapolas para que mi abuelo pueda recorrerlo sin sus dificultades. Y así, creo que poco arriesgo si afirmo que a todos nosotros nos ha tocado ser destinatarios de tan calurosa atención.

Antes de terminar, creo que para compensar este breve relato apologético, no es posible homenajear a mi abuelo sin hacerlo a mi abuela y no cometer una injusticia, o peor aún, un informe ideológicamente falso, como está de moda decir. Así también quisiera dedicar estas palabras a ud abuelita, que para todos es evidente su talante de roble sin el cual tal vez el abuelo hubiese flaqueado de voluntad, espíritu o esperanza, que como sabemos son males que no discriminan ni al más entero de los mortales.

Finalmente y ahora sí para terminar, quisiera transmitir un mensaje optimista que genuinamente alojo especialmente para ud, abuelo. En tiempos donde el país se asoma a observar el ocaso de su ética política -que sin sesgos ideológico ni partisanos, que como la mayoría de uds debe saber yo profeso, creo no obstante que nos afecta a todos- hoy hay miles de jóvenes de todas las tendencias y visiones, unas antiguas y conocidas, otras nuevas y propias de un siglo aún en minoría de edad, que están decididos a hacer de la vocación pública un compromiso de vida. La televisión y los diarios nos muestran de forma celosa o tendenciosa, según los intereses que quieran beneficiar, pero soy testigo que todos los días en todas las regiones del país, en todos los liceos y colegios, universidades e institutos técnicos, los jóvenes están discutiendo el futuro de nuestro país, aprendiendo de errores y aciertos -seguramente siendo más los primeros- pero por sobre todo aprendiendo a dialogar, a formarse convicciones que resistan a los intereses particulares, a respetar las diferencias como un riqueza y no un obstáculo. Soy un convencido de que los jóvenes de hoy estamos forjando las herramientas con las que mañana tendremos que hacernos cargo del país. En esta difícil tarea, suelo preguntarle a dirigentes estudiantiles de todas las tendencias, gremialistas, liberales, social cristianos, socialistas y comunistas, a quiénes tienen de referencia hoy en la política nacional activa. Lamentablemente en la honestidad y complicidad dirigencial de la conversación privada, todos me confiesan que creyendo tener paternidad determinada, se sienten huérfanos de patria potestad, es decir -para los que no están para leguleyadas- de un referente de edad a quien admirar. Ante este fervor desorientado, me siento completamente aventajado por sí tener a alguien a quien admirar y seguir tan cerca, a mi propio abuelo.

El homenaje de Evangelion

Harto se ha dicho ya que el 2015 es el año en que Marty McFly viaja al futuro en la ochentera “Volver al futuro”, el tema está prácticamente agotado a dos días del inicio del año. Pero no se repara en que el 2015 es también el año en donde transcurre Evangelion. No creo que haya nada relevante en el año en sí, su uso más bien se parece a cuando Andrés Bello incorpora un artículo adicional al Código Civil sólo para que termine en el 2525… un pequeño rasgo obsesivo que a nadie hace daño. Pero así como la elección es arbitraria, bien puedo usarla para hablar de la serie. Así, mi primer post para el año 2015 será un breve pero sentido homenaje a Evangelion.

Evangelion tiene cosas simples y delicadas, como cuando en el capítulo 4 incorporan acuarela para resaltar el campo y el ánimo de Shinji, y otras densas y complejas, el miedo, el terror, como enlace que une los organismos y a la vez los separa del resto. Pero por sobre todo Evangelion tiene un compromiso: que la adolescencia no es sólo una transición entre la infancia y la adultez, es una etapa en sí misma. Es una historia de adolescentes que viven la metamorfosis que los hará personas o fracasarán en el intento.

Por eso los protagonistas son Shinji, Rei, Azuka y en menor medida, la joven Katsuragi, y en su mundo conviven la voluntad de los adultos con los sueños de los niños. Las traiciones, amores y mentiras se mezclan con robots gigantes que pelean con monstruos extraterrestres. Y entre medio de ambos, del mundo de los niños y el de los adultos, está el suyo propio, el de sus propios capullos.

La historia es triste, pues ninguno de los tres logra, en ningún momento, escapar a las manipulaciones de los adultos. Pero al mismo tiempo, su mensaje es sabio. Ese que es claro en el incomprendido final original de la serie pero que también es el motivo que recorre todo el apoteósico final definitivo. La adolescencia sólo se abandona, el capullo se quiebra, cuando dejamos entrar a otros en nuestras vidas. Evangelion siempre muestra cada proceso, cada concepto, como algo grandioso en el que se juega el futuro de la humanidad, porque así lo ve un adolescente, pero el proyecto de complementación humana es eso, la vida compartida. Ya sea a pequeña escala, como en el final original, o la humanidad entera, como en el definitivo.
Evangelion habla del desastre ecológico, de la ciencia y de dios, de la salvación o condena humana, de la vida y la muerte, pero siempre a los ojos de tres (o cuatro) huérfanos adolescentes. Está dedicado a ellos, sin ingenuidad, libre de interés comercial. Si no la ha visto, véala y permítase sentirse adolescente, y si es un adolescente, véala y tal vez se sienta momentáneamente comprendido.

Hegel y el femicidio

La filosofía comúnmente no se deja explicar por hechos concretos. Hay una suerte de política filosófica (no filosofía política) que evita la cuestión particular, el comentario, que no sea para afirmar su propia filosofía, de forma que siempre puede decir “bueno, no nos quedemos con el ejemplo si no con la idea”. Dentro de aquello, Hegel fue particularmente categórico: “si los hechos no se adecúan a mi filosofía, mal por los hechos” (o algo así era). Pero quiero hablar del femicidio con Hegel y su famosa dialéctica amo/esclavo. A ver si puedo decir algo sobre ambos.

La dialéctica amo/esclavo tiene tres momentos: la autoconciencia, la lucha y la opresión. De esta última puede surgir la libertad.

En un primer momento hay un autoconciencia. Es decir, una unidad sujeto/objeto abstracta. Por ejemplo, mi conciencia, el hecho que percibo e interpreto, por un lado, y mi cuerpo que interactúa con las cosas, por el otro. A aquella se contrapone otra autoconciencia, otra unidad sujeto/objeto, con las mismas características. En esta contraposición sujeto y objeto se separan. Lo objetual es no problemático, el cuerpo del otro es una cosa más en el mundo, el problema es el sujeto de la otra autonciencia. Las formas de ser sujeto del hombre y la mujer no pueden ser ambas reales, una debe ser verdadera y la otra falsa, de lo contrario mi condición de sujeto es relativa, depende de algo que está allá afuera. Pareciera que mi libertad depende de que mi condición de sujeto sea absoluta, no puede depender de otro sujeto. La historia, la verdad, la moral o la razón deben ser masculinas o femeninas, pero decir que son ambas pone en riesgo la unidad de estos conceptos, y por tanto su existencia abstracta.

Aquí comienza la lucha. Uno de los dos sujetos debe ser falso. Este NO es el momento del femicidio. La lucha no es por la eliminación física, es por (definir) la verdad real. Este es el momento en que se impone que la razón, la historia, etc son masculinas. La forma de ser en el mundo es masculina, la femenina sólo una forma aparente, que en realidad es objeto, es parte de la construcción masculina del mundo (la idea, sostenida por siglos, que la mujer es recipiente para la reproducción del hombre).

En esta lucha el hombre gana, es reconocido como sujeto absoluto (amo) y la mujer es obligada a ser objeto de reconocimiento del hombre (esclava). La mujer existe para reconocer al hombre. No es que la mujer sea objeto y el hombre sujeto. Ambos son sujeto y objeto. El punto es que la mujer pasa a ser sujeto para reconocer al hombre, en cambio el hombre es sujeto con una supuesta independencia.

En este momento la relación sujeto/objeto cambia en ambos de forma diferente. El hombre sostiene que la cultura, la civilización, es él en cuanto sujeto y su relación con el objeto es animal, mero deseo. Todo lo objetual es meramente instrumento para el deseo. En su autoafirmación, sobreobjetiviza el objeto. Este es el momento del femicidio. La mera irritación, los celos, el instinto posesivo, son suficientes para matar. Lo importante es que hayan otras mujeres que sigan existiendo, pero aquella puntual que está ahí me es indiferente. No es que me afirme como sujeto masculino al matar, no tiene trascendencia. Por eso (creo yo) el femicidio no toma las características de ritual, no es un acto sagrado, es pasional, animal.

Pero, siguiendo a Hegel, el esclavo sigue un proceso distinto. Distingue tres momentos: la angustia, el servicio y el trabajo. La angustia es lo que ya vimos, a la mujer se le obliga a darle hegemonía a su condición de objeto (denuevo, todos somos siempre sujeto/objeto). Lo privado como lo femenino y lo doméstico, lo público como lo masculino y el espacio de la realización. Esa es la angustia.

El servicio es la enajenación. La angustia da paso a que el esclavo crea que la realización es el amo. El pobre que admira al rico, el negro que quiere ser blanco, la mujer que cree que el hombre debe mandar. Este momento potencia el femicidio.
Luego del servicio está el trabajo. En este momento, como dice Marx, la mujer al objetivizar se desobjetiviza. Su relación con el mundo, con la dimensión objeto, no es instrumental, es creativa. La mujer no es mero deseo, es transformación. Esto es siempre en el plano de la conciencia. No se trata del trabajo necesariamente material, piénsese por ejemplo en la capacidad de sostener la familia, de construir redes duraderas, del vínculo irrompible con sus hijos. Estas no son cuestiones “naturales” de la mujer. En ellas reside la posibilidad de devenir sujeto real, en reconocimiento con otros sujetos, relacionados con su potencia creativa respecto del objeto. El objeto la reconoce ahora como sujeto. Este es, para Hegel, el reino de la libertad y el amo deberá someterse para poder ser él también sujeto/objeto libre, no atrapado en su naturaleza animal.

Ahora viene la política filosófica. Esto por supuesto no es una descripción de la cuestión psicológica ni el proceso temporal del femicidio: es una cuestión filosófica, es decir, de la realidad como un todo. En este sentido, mujer acá tampoco es la cuestión física de la mujer sino el ser mujer (que podría existir en un hombre). Bueno, eso se me ocurrió en este domingo de procastinación.

Homenaje a mi abuelo

El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es

El hombre rebelde

Este breve discurso fue generosamente leído por Gabriel Boric en la sesión de la Cámara de Diputados de 14 de enero de 2015 con ocasión del homenaje que dicha corporación le rindió a mi abuelo, entregándole la medalla Ciudadano Destacado.

Andrés Aylwin fue por sobre todo un humanista. Una persona que ante la violencia de los dominantes que se resisten a perder su poder, el totalitarismo de ideologías que reducían a hombres y mujeres a procesos, y en definitiva, ante el gobierno incuestionable de la muerte durante 17 años, respondió con la única fuerza en condiciones de resistir y sobreponerse, el grito del hombre que se niega a ser deshumanizado, que exige se le reconozca como criatura con el derecho de morar en esta tierra.

El testimonio de Andrés Aylwin es además no sólo la encarnación del humanismo sino además un aporte y llamado de atención sobre su verdadero significado. Reivindicar al ser humano en el centro del ser está en las antípodas de la neutralidad, puesto que en nuestra historia la humanidad siempre ha estado amenazada. Implica tomar partido, no por una idea o doctrina, pero tampoco por cualquier cosa que haga un ser humano, sino por aquello que lo dignifica y realiza. Es en este sentido y en la vida de Andrés Aylwin que descubrimos el movimiento esencial del humanismo: rebelarse. Como nos dice ese gran intelectual humanista que fue Albert Camus, rebelarse contra todo aquello que nos denigra y deshumaniza es también una forma de afirmar lo que el ser humano es, que existe una medida de lo humano en el cual este puede vivir en libertad. Aquél grito “¡no!” a la muerte, es condición necesaria para el “sí” a la vida.

Como en todo verdadero humanista, el legado de Andrés Aylwin no es una fría doxa o ideología, sino su propia vida. Su rol en la sindicalización campesina, un mundo que vivió fuera del Estado de Derecho y occidente hasta la mitad del siglo XX; el gesto impotente pero necesario, porque la verdad estaba en juego, de declarar que el golpe militar de 1973 era un acto de sedición; su valiente lucha por los derechos humanos durante la dictadura, no bajo un manto homérico, sino con el silencio de quien cumple una obligación moral, misma obligación que muchos otros cumplieron y les costó la vida únicamente por profesar ideologías distintas de las de Andrés Aylwin; una vez recuperado el gobierno en manos de civiles, su compromiso con la defensa de los presos políticos, que el Estado se negaba a reconocer como soldados en la guerra de la vida contra la muerte y trataba ahora como meros ciudadanos, de una república que no existía, y los juzgaba bajo la fría indiferencia del código penal. No podemos hacer de estas y otras tantas historias un mero panteón o, peor aún, utilizarlas como consignas para confundir a una sociedad todavía subyugada a la muerte en muchos ámbitos; en cambio, podemos quedarnos con el gesto valiente de rebelarse, que hoy es homenajeado y que tanto nos hace falta en la actualidad.

Rebelarse contra el gobierno de los bancos, que cuentan con el aval del Estado para ahorcar a las familias con deudas. Rebelarse contra los traficantes de sueños, alojados en colegios, universidades y centros de formación técnica, financiados por la subvención que año a año aquí se aprueba. Rebelarse contra los especuladores de nuestro futuro, que con la excusa de administrar pensiones de vejez, se preocupan de mantener un activo flujo de capital financiero. Rebelarse en definitiva contra los que deshumanizando la vida empuñan este Estado Subsidiario, es la actitud coherente con el homenaje que hoy realizamos a la vida de Andrés Aylwin.

Análisis de coyuntura: enero, febrero y marzo 2015

El vacío político

Resumen

Los casos de corrupción del sistema político y, en términos genéricos, el vínculo entre política y dinero, profundizan la situación de vacío político en la que se encuentra el país. La derecha es la más directamente afectada con el caso Penta, sin embargo, alcanza a la coalición oficialista e incluso a la Presidenta Bachelet con el caso Caval-Dávalos, creando un marasmo en el gobierno. Especial atención tiene la notable disminución en la credibilidad de Bachelet, quien hasta entonces oficiaba de único dique de contención de la crisis de legitimidad que afecta a la política. En el plano de los actores sociales, los meses de verano significan una disminución de sus actividades, sin embargo, movimientos en diversos actores nos llaman a prestar atención en la sociedad civil y a estar expectantes de lo que ocurra durante el año. Finalmente, se estudia el reordenamiento empresarial con las elecciones de timonel en la Sofofa y la CPC, a la vez que se presentan hipótesis para estudiar el papel que los tribunales comienzan a cumplir en el contexto político y social actual.

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Autoritarismo y democracia

La secretaria .- Ya no le corresponde al pueblo hacer la revolución, vamos, sería completamente pasado de moda. Las revoluciones ya no necesitan insurgentes. Hoy la policía basta para todo, hasta para derrocar al gobierno. ¿No es preferible, después de todos? De este modo el pueblo puede descansar mientras algunos espíritus buenos piensan por él y deciden en su lugar qué cantidad de dicha les será favorable.

Estado de sitio

Encontré está declaración pública de Revolución Democrática sobre el anuncio presidencial por medidas contra la corrupción y proceso constituyente. Al terminar de leerla me pareció que había una concepción sobre el problema de la crisis política que era necesario abordar críticamente, no sólo como diálogo general entre IA e RD sino fundamentalmente como marco conceptual para la existencia de una política transformadora ¿Qué queremos transformar? ¿Cómo? ¿Existe alguna diferencia entre el cómo y el por qué?
La declaración parte valorando y agradeciendo el trabajo del Consejo Asesor o Comisión Engel, por su “profesionalismo, seriedad y capacidad de dialogo”, declarando que “sus conclusiones sin duda constituyen señales positivas”. Se termina naturalizando una práctica política autoritaria, la de los consejos asesores, mediante un republicanismo que valora el trabajo serio. En realidad, estos consejos asesores han sido una forma de evadir la deliberación democrática mediante la supuesta neutralidad tecnocrática. Por supuesto, la técnica en toda sociedad tiene un rol que cumplir, pero ¡después que hayamos definido democráticamente qué es lo que queremos, no antes! Por qué la estructura de los partidos, su financiamiento y la endogamia política son problemas que podría resolver un grupo de expertos ¿No tenemos los ciudadanos algo qué decir al respecto? ¿Alguien está realmente dispuesto a sostener que en materias como las descritas los convocados al consejo asesor no tenían intereses? Tener intereses es legítimo, por supuesto. Pero ¿por qué están esos intereses representados y no otros? ¿Quién los legitimó, quién los autorizó a decidir por nosotros? En realidad Bachelet con estos Consejos siempre quiso evitar el escrutinio público a la vez que mostraba iniciativa. Pero por último la Comisión Asesora en Educación del año 2006 era una comisión amplia y diversa, la de este fue simplemente un consejo de sabios con sensibilidades cuidadosamente seleccionados (incluyendo la abogada de Pinochet en Londres). Quienes integraron dicha comisión se prestaron para una maniobra de legitimación política autoritaria, lo que es indefendible desde una perspectiva democrática.
Dirán entonces que era imposible tener un proceso de deliberación democrático si los representantes elegido para aquello son lo propios implicados en la corrupción, los políticos. Eso es correcto aunque se sustenta en la tesis de que todos los políticos son corruptos. De alguna manera la Presidenta declaró interdicta a toda la política representativa de un plumazo y la reemplazó por hombres y mujeres por los que nadie ha votado creo, en ninguna ocasión. ¿No había otra alternativa? ¡Por supuesto que sí! Nuestra sociedad está repleta de organizaciones que eligen sus representantes de forma democrática. Por qué, si los representantes formales no están habilitados para deliberar, no se recurre al resto de las organizaciones que saben en los hechos lo que es deliberar (todos sabemos que leer a Habermas está a años luz de ayudarnos en una asamblea deliberativa). ¿Por qué no se convocó a la sociedad civil que delibera? A las principales centrales de trabajadores (partiendo por la oficialista CUT), a la Confech (la organización que más convoca personas a la calle), el Consejo de Rectores (la mayoría de los rectores que lo componen son electos de alguna forma democrática), incluso en una comisión como esa podría tener sentido que esté la CPC, obviamente como una más (cuestión a la que nunca ha estado dispuesta). ¿Qué organizaciones no se podrían haber incluido en una comisión así? Por ejemplo, a aquellas que no tienen formas de integración democrática, como la Iglesia Católica. Pero en definitiva, en nuestra sociedad hay mucha más deliberación de la que nos quieren hacer ver, este es un buen momento para recurrir a ella. Por supuesto, en una instancia así sería bueno contar con asesoría y tal vez participación técnica, que informe sobre modelos, experiencias comparadas, sugiera y contribuya. Pero todos sabemos que finalmente el que tiene la espada de Damocles en la cabeza es aquél que tiene bases, electorado, comunales, a los que después hay que rendirles cuenta, convencerlos. No el que tiene un centro de estudios (no está mal tener uno, yo participo de uno).
Creo que finalmente una organización democrática como RD termina defendiendo una comisión como la Engel porque se naturalizan determinados consensos. Pareciera que la deliberación democrática ya ocurrió y por tanto es tiempo de la técnica. Pero la verdad es que como ellos mismos denuncian, este país no delibera ampliamente hace décadas. Esta naturalización la expresó hace poco Fernando Atria, quien al ser consultado en CNN sobre por qué en la cuestión constitucional se discutía el procedimiento y no el fondo contestó “La preocupación porque estamos discutiendo como hacerlo sin discutir el contenido la entiendo, pero es menor relevante de lo que parecer. La verdad es que las constituciones suelen no ser sorpresas. Si nos juntáramos hoy día a discutir constitucionalistas de derecha, centro y de izquierda, probablemente habría mucha discusión en algunos puntos muy precisos, pero en general, creo que sería una discusión relativamente sencilla, sin mayores sorpresas”. Aquí se puede ver como incluso el tema constituyente es abordado como un problema de legitimidad y no como un problema sobre nuestra forma de vida y existencia como sociedad. ¿Cómo es posible que no hayan diferencias sobre nuestro modelo de desarrollo? ¿El rol del Estado en la economía? ¿Los recursos naturales y el problema energético? En fin… creo que lo que se naturaliza es que llevamos tanto tiempo sin discutir estos problemas que pareciera que no hay desacuerdo.
Me quedo con la parte final de la declaración: “La actual crisis de legitimidad política requiere la construcción de un Nuevo Pacto Social.” Para ello el puntapié inicial son las reformas que ya se están impulsando. Han habido reformas importante en el plano de los derechos civiles, como el Acuerdo de Unión Civil, que fue transversalmente celebrado por las organizaciones que pelearon por dicha reforma. Pero en el plano de los derechos sociales, tanto la reforma educacional como la laboral se han elaborado y buscado legitimar sin ningún pacto con las organizaciones que van a vivir e implementar dichas reformas, la CUT, la Confech, el Colegio de Profesores, etc. La posibilidad de rediscutir nuestro pacto social es real y para aquello requerimos un compromiso con la democracia que la clase política tradicional no ha demostrado hace un buen tiempo, pero las fuerzas emergentes aún podemos demostrar que es posible.

Resistencia y asedio

Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga.

Discurso al recibir el premio nobel

Diego.- No tengáis miedo ya, ésa es la condición. ¡De pie todos los que puedan! ¿Por qué retrocedéis? ¡Levantad la frente, ha llegado la hora del orgullo! Quitaos la mordaza y gritad conmigo que ya no tenéis miedo. ¡Oh santa rebeldía, negativa viviente, honor del pueblo, da a estos amordazados la fuerza de tu grito!

Estado de sitio

Cuando intento mirar el presente con los ojos de aquello que podríamos llamar mi generación, algunas veces sólo es posible ver adelante el abismo. La explotación del hombre por el hombre parece haber encontrado una frontera horizontal natural, el mundo, y tocado el fondo vertical, la vida. Pero su frenesí no se detiene. En esos momentos pareciera que lo único posible es resistir. Abrir los brazos y enterrar los pies en la tierra para contener el avance de la humanidad… hacia el abismo. Otras, se ven focos. Oportunidades aisladas que son aprovechas con menor o mayo éxito para repensar la dignidad humana forjada en el fuego ardiente de la rebelión. Oportunidades aisladas, focos, sí, pero no por ello menos fructíferos para que todos pensemos. Protagonistas y observadores tenemos un dialogo pendiente si no queremos caminar al abismo. Dialogo que debe ser profundamente analítico, frío y crítico, pero no desinteresado, pues nuestro interés sigue siendo libertad, igualdad y fraternidad.

Antes, bien vale la pena pensar cómo llegamos a esta situación tan particular.

A comienzos del siglo XX ocurrió un fenómeno de escala mundial que nunca había sido registrado en la historia de la humanidad. Un orden político se hizo hegemónico, el orden democrático-burgués. Ser hegemónico no significa que todos los estados eran iguales, ni siquiera que la mayoría. Ser hegemónico significa haber impreso una determinada dirección en los elementos orgánicos y estructurales de una sociedad, en este caso, a escala mundial. Para la tercera década del siglo XX prácticamente toda europa gozaba de estados constitucionales, con una curiosa institución llamada “parlamento” y una racionalidad política propia conocida como “estado de derecho”. Son todas ideas muy raras… sin embargo ya no era sólo Europa, en una país pobre y abandonado como Chile se hizo lo mismo; pasaron los años y unas sociedades sideralmente distintas como las africanas tenían parlamentos, constituciones, leyes; los orientales se demoraron algo más pero lo mismo… ¿fue una falta de creatividad generalizada o había realmente una conexión entre todos ellos? Un liberal-burgués diría que se impuso la razón, que simplemente era el mejor sistema, el que más funcionaba, y todos lo imitaron. Puede ser, pero también podemos explorar un poco más.

La hegemonía del orden político democrático-burgués no fue la primera hegemonía a escala global. La primera fue el capitalismo en el siglo XIX. Nuevamente lo mismo, ser hegemónico no significa que todo el mundo era capitalista, significaba que hacia allá caminaba la historia. Pero el capitalismo es un orden social, no es en sí mismo un poder político. De hecho el capitalismo erosionó el poder político tradicional del rey y le imprimió al orden superestructural una irracionalidad suicida. Pero la clase burguesa no se sentó de brazos cruzados a ver como el capitalismo destruía sus propias bases de sustentación. Sabía que tenía que construir un poder equivalente, no económico, que permitiera encauzar la propia fuerza capitalista y recurrió a su propia historia de clase que desde Maquiavelo se hace autoconciente en el plano político.

El capitalismo y su hermana menor la democracia nacieron de la misma madre. La burguesía como clase luchó por sus condiciones de expansión y liderazgo, el capitalismo, para lo cual uno de sus principales enemigos además de la nobleza era el monopolio de los gremios sobre el mercado. Cortada la cabeza del rey y prohibida la existencia de gremios por ley (Le Chapelier, un mes después de la revolución) la burguesía tenía una de las principales sociedades europeas a sus pies. Pero sin rey y sin gremios gobernarlas era un nuevo desafío. Demoró todo el siglo XIX en llegar a una fórmula institucionalmente estable de gobierno democrático que fuera amigable con el capitalismo, es decir que oculte las relaciones de clase que lo sustentan, y a la vez permitiera conducir racionalmente el orden capitalista, no en cuanto proceso productivo sino como orden social concretamente existente. Ese es el origen del poder político moderno. Estado democrático-burgués y sistema capitalista son dos caras de la misma moneda. El capitalismo desarrolla y organiza la vida, el poder político estatal la racionaliza y domestica al propio capitalismo. Esa era la única forma en que el capitalismo podía sobrevivir, de lo contrario se habría fagocitado en su propio frenesí.

La paz moderna, los breves momentos de tranquilidad del siglo XX, se basan en el equilibrio de poder político y acumulación de capital. Curiosamente en la mayoría de las partes del mundo los que consolidaron este poder político fueron las izquierdas. En Europa los partidos socialistas, en el resto del mundo partidos poco ortodoxos que mezclaron nacionalismo e independentismo con ideas reformistas y socialistas. Sólo ellos lograron articular un poder político real, sustentado en clases sociales constituidas y estructuras orgánicas capaces de conducir a la enorme mayoría de la sociedad, los trabajadores, en una determinada dirección. La izquierda domesticó al capitalismo, salvando así a sociedades enteras del suicidio capitalista en algunas ocasiones, en otras luego de que el capitalismo ya hubiera demostrado su poder destructivo (como en la alemania nazi). Pero también salvó al capitalismo, que nunca había gozado de tan buena salud desde que fue domesticado.

Pero los últimos, digamos 30 años, el poder político se ha erosionado y al contrario, el capitalismo empoderado. El derrumbe del horizonte utópico de la izquierda, las transformaciones radicales en la estructura de trabajo, las impresionantes aglomeraciones de capital trasnacional, etc. Tienes como resultado un orden global absolutamente dominado por el capital, ahora en una versión sin frontera nacional, y un orden democrático-burgués que no es capaz de convencer ni al más ingenuo de los ciudadanos en una república perdida… como Chile. Bueno, Chile podría irse al carajo y el resto del mundo seguiría su curso. Pero la verdad es que lo único que puedes conseguir con tu estatus histórico como nación es acceder a un buen comprador. Si eres España o Italia te comprará la gran banca internacional, si eres una economía de medio pelo, como Chile o Grecia, al remate irá lo más descremado de tu oligarquía local, generalmente familiares de dictadores, si eres de aquellos que sólo sus habitantes pueden ubicar en el mapa, como Honduras o Nigeria, serás vendido a compradores menos elegantes como el narcotráfico o Boko Haram. Si por otro lado tu estado es lo suficientemente sólido aún como para resistir, como EEUU, Alemania, China y Rusia, pues olvídate de la democracia.